Capitulo 3: La mujer de oro y su abeja /Uriel Rodz.

Recuerdo la primera vez que vi a la mujer de oro. Era una mañana cualquiera, de esas que para el resto del mundo solo pasan sin dejar huella. Pero para mí, esa mañana se volvió eterna. El viento de ese día parecía estar susurrando su llegada, y cuando cruzó la puerta del salón, algo dentro de mí se quebró… o tal vez se encendió. Su cabello largo, ligeramente ondulado, se movía como si supiera que era observado. Sus labios, gruesos y firmes, parecían guardar silencios antiguos, misterios aún no nombrados. Tenía una altura que desafiaba el promedio, y unos lentes que le daban un aire de sabiduría precoz. Su mirada no era solo profunda: era una grieta hacia un universo íntimo. Recuerdo que, sin razón lógica, en mi cabeza sonó “Impacto” de Enjambre . Era como si alguien hubiera empalmado su llegada con una banda sonora escrita solo para mí. Por ella comencé a escuchar a Enjambre. Sus canciones se volvieron parte de mi biografía emocional. Era como si cada nota hablara de nosotros, ...