Mi amiga melancolia// cuento // Uriel Rodriguez
Fui creciendo y cada vez melancolía aparecía más en mi vida, a veces aparecía en los lugares más inoportunos que era tan incómodo hacer cosas con ella a su lado, sin embargo, otras veces me agradaba que estuviera conmigo porque me hacía sentir acompañada. Cuando ella aparecía sentía un gran peso dentro de mí, era como si mi corazón se convirtiera en piedra. A veces esto duraba algunos minutos, pero había días donde no desaparecía por más esfuerzos que hiciera.
Recuerdo una vez que hice un poema a un niño que me gustaba, era mi vecino y yo lo miraba todas las tardes desde la ventana de mi habitación, escribía todo lo que sentía por él, cada tarde escribía mientras lo veía llegar a su casa.
Se llamaba Carlos, el siempre salía por las mañanas a jugar futbol y regresaba en la tarde, la verdad nunca lo vi jugar pero por lo que mis amigas me contaban era muy bueno. Yo ya sabía su rutina de regreso, llegaba en su bicicleta, el la dejaba en su patio amarrada con candado mientras miraba hacia mi casa, a veces volteaba hacia donde estaba yo, hacia mi ventana. Todo esto me emocionaba pero en ocasiones melancolía aparecía de nuevo, ni yo sabía la razón, cuando me daba cuenta ella estaba conmigo. En una ocasión melancolía apareció más fuerte que nunca, porque vi a Carlos con una porrista de su equipo. Estaban abrazándose, yo nunca haría contacto con Carlos de esa forma, solo a través de mi escritura podría acariciarlo. Me sentí dolida a pesar de no ser nada de él, ese día llore mucho y melancolía me abrazaba y me consolaba.
De un momento a otro me quedé dormida, recuerdo bien esa noche porque tuve un sueño que cambiaría mi vida por completo. Fue un sueño muy bonito porque estaba lleno de paisajes en todos los tonos posibles (tonos que ni siquiera sabía que existían), había pasto de colores, árboles azules y ahí en medio de todo me encontraba yo, estaba descalza, podía sentir la textura del pasto y me sentía tan relajada que podía quedarme dormida dentro de mi sueño.
De alguna parte del cielo escuche una voz.
—tranquila, te liberare de todo tu dolor.
— ¿Qué dices? Contesté.
La voz desconocida habló mas bajo:
—te liberaré de todo tu dolor, pero para eso tienes que escribir.
—no distingo muy bien lo que dices, habla un poco más fuerte.
—la clave está en las letras, te doy ese don, pero tienes que escribir.
Desperté y ya era de madrugada, todo en mi habitación estaba tranquilo, se escuchaba ligeramente el reloj de pared que estaba al lado de mi escritorio. Recordé el sueño que tuve y desde ese día empecé a escribir, escribía en mi libreta favorita (la cual guardaba para un momento especial), me acorde de Carlos y en lugar de sentir todo el dolor del amor, sentía el esfuerzo por contar una historia para poder contar con certeza el dolor.
Si, recuerdo que esa impotencia y dolor que sentía por Carlos los atrapé en palomas, palomas de diferentes colores y especies, y un día sin darme cuenta los solté, los deje ir en una de esas islas que inventé y así el dolor se había liberado, esa historia fue mi primer libro que publiqué, lo llame “las palomas de noche, están despiertas”.
Al desamor lo transformé en palomas y ¿a melancolía? A ella la transformé en uno de esos peces exóticos que son tan llamativos, y la encerré en una pecera para siempre, la convertí en un montón de aventuras dentro del mar antes de ser atrapada, y cuando un día terminé todo mi relato, lo metí para siempre en mi pecho, y así melancolía que me había acompañado durante mucho tiempo se convirtió en mi segundo libro, llamado “la pecera”.
Si, así es como me convertí en una escritora, me encantaba porque nunca dejé de atrapar, era como respirar para mí. Me levantaba muy temprano y prendía mi computadora, en lo que se cargaba me hacía un café bien caliente y después pasaba largas horas enfrente del monitor.
Tomaba mis sueños de cuando tenía 5 años y lo único que quería era ser era una gran astronauta y quería ver todas los planetas, las vías lácteas, sorprenderme por la magia de los colores, las estrellas, y todo lo convertí en una aventura de más de 250 páginas. Tomaba también la nostalgia de haber perdido a mi padre cuando entré recién a la universidad, y lo trasformaba en hermosas rosas que sangraban, pero que hacía el final, hacían felices a las personas que las recibían, me sentía tan poderosa.
Algunas veces, agarraba a mis mejores amigas como protagonistas de grandes aventuras alrededor de todo el mundo, y pasaban grandes cosas. Era gracioso porque aún no había terminado de escribir una aventura cuando ya quería empezar otra, y es que en cada palabra estaba el dolor, en cada coma estaba un alivio, en cada punto final una satisfacción y en cada palabra algo de mí.
Así escribí casi 27 libros. Cuando dejaba de escribir sentía miedo, un miedo que nunca había experimentado, cada una tiene una meta en la vida, y la mía era escribir 27 libros donde he atrapado y me he convertido por unos momentos en una navegante de historias.
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